
Proponemos conectar las dos entidades que configuran y sesgan nuestra forma de actuar. El corazón y el cerebro. Somos seres inteligentes, tenemos capacidades muy distintas y en distinto grado de desarrollo. Somos capaces de grandes cosas. Pero Dios, que nos creo a su imagen y semejanza, nos dotó de un cerebro inmensamente, pero, sobre todo, de una capacidad de amar aún más inmensa.
